El embarazo llegó a su fin y tenés a tu bebé en brazos. Sin embarago, añorás la panza que tanto acariciaste durante nueve largos meses.
La gestación de un hijo es un proceso maravilloso que compromete a la mujer tanto física como emocionalmente. Si bien los cambios que experimentará tu cuerpo son muchos a lo largo de esos nueve meses, el más evidente será el crecimiento de tu “panza”. Tu panza es tu bebé, porque será a través de ella que podrás sentirlo, acariciarlo y hablarle. ¿Cómo no extrañarla entonces después del parto?
Con el test de embarazo en mano, es probable que lo primero que hagas sea mirarte de perfil en un espejo imaginando cómo te verás con “panza”. Tal vez te den ganas de salir corriendo a comprar ropa de futura mamá y seguramente ensayes la posición de echar tu espalda hacia atrás acariciando tu vientre.
Es que “la panza” es un símbolo de la maternidad, que se luce con orgullo y se espera con ansias ver crecer.
Parecería que sin panza no hay embarazo -lo que no es cierto- pero sí lo es que se vuelve más visible recién alrededor del 5º mes.
Ya llegará el tiempo en que tu panza no te deje ver tus pies cuando te bañes y que ponerte los zapatos sea una misión imposible, pero por más que por momentos se vuelva un poco (¡o muy!) incómoda, tu panza sos vos y es tu bebé, y eso crea un lazo muy fuerte entre ambos. Te acompañará a todas partes y en todo momento, lo que te hará sentirte siempre junto a tu bebé, en cada movimiento y a medida que crece. Es una experiencia única, de gran intimidad y unión, que -obviamente- después del parto vas a extrañar, aunque tengas a tu bebé en brazos, porque ya no será lo mismo. El parto marca una separación entre ambos.
En la mayoría de los casos la gestación despierta ternura y hace tomar conciencia al entorno de ciertas necesidades y cuidados que esa mujer requiere.
Por ejemplo cuando el embarazo ya es notorio, algunos derechos que contempla la ley -como que te den el asiento en los transportes públicos o que puedas ser atendida sin hacer la fila en los bancos, negocios o cualquier trámite que tengas que realizar- los podrás ejercer prácticamente sin tener que pedirlos. Tu panza hablará por sí sola. Durante los primeros meses de gestación en cambio, las personas tienen mayor reticencia a cumplir con estas leyes que cuando -visiblemente- es indiscutible que estás embarazada. La explicación es simplemente la falta de empatía y educación por parte de quienes tienen que ceder su asiento o su lugar en la fila y que exponen a la futura mamá a situaciones incómodas que en ocasiones la llevan a dejar de lado sus derechos.
Una vida que llega es ilusión y alegría -principalmente cuando es deseada- y moviliza fuertes emociones en todo el entorno, en especial cuando se trata de un primer embarazo (¡y ni qué hablar si además es el primer nieto o sobrino!). Todos quieren participar de alguna manera, y eso se traduce en muchas atenciones para con la flamante madre.
Probablemente hace tiempo que no recibías tantos mimos y gestos especiales, tanto por parte de tu pareja como de tu familia y amigos. Quieren darte todos los gustos, que no te canses, que les cuentes como te sentís, saber qué te dijo el médico, y de pronto te encontrás ocupando el centro de la atención de tus seres queridos. Y la verdad es que no se siente nada mal. Pero cuando ya te habías acostumbrado… llega el momento del parto.
No es que a tu familia ya no le importe cómo te sentís, sino que ese pequeñito es quien ahora acapara todas las miradas y los mimos. Y cuando sentís esas ganas de recibir los mimos que hasta hace poco recibías, probablemente sea ese uno de los momentos en que extrañes “la panza”.
Desde el aspecto emocional, el parto provoca una sensación de pérdida, por ese bebé que ya no está en tu vientre. Se trata de hacer el duelo por esa conexión tan íntima que mamá y bebé mantenían durante el embarazo. Durante nueve meses llevaste a tu bebé en tu vientre y ahora -aunque te llena de felicidad tenerlo en brazos- extrañás esas pataditas que antes sentías en tu interior, “extrañás tu panza”. Perder ciertos privilegios y los mimos que recibías también es algo a lo que hay que adaptarse.
Por otro lado, el cuerpo que con tanto orgullo se exhibía durante el embarazo y con el cual muchas mujeres se sienten sensuales y seguras, ahora se ha vuelto un cuerpo al que hay que volver a acostumbrarse: no es una figura de una futura mamá, pero tampoco es el cuerpo que tenías antes de quedar embarazada. Porque ese bebé ha dejado de estar dentro tuyo para pasar a estar en tus brazos y esto marca un cambio muy importante. En tanto un ser diferente y diferenciado de vos comenzará a tener sus propios tiempos, sus formas de expresarse y de demandarte, todas ellas formas novedosas a las que durante el embarazo no estabas acostumbrada.
Es decir que ambos aspectos -tanto el físico como el emocional- necesitarán de un proceso de adaptación. A medida que atravieses ese proceso y que reanudes el vínculo que mantenías con tu bebé en la panza -con caricias, la lactancia y el contacto corporal- cada vez irás extrañando menos tu panza.
María Paz Romero (31 años)
Empleada y mamá de Jacinta (4 meses)
Mi embarazo fue súper lindo. Todo perfecto: no tuve ni un solo síntoma, nada, y me hubiera quedado con la panza de por vida. Pero a partir de la semana 20, cuando empecé a sentir sus pataditas, el vínculo que yo tenía con mi beba se fortaleció, y anhelaba tener un “embarazo eterno”. Ella era sólo mía… y no quería compartirla con nadie. Si hubiera estado dentro de mis posibilidades, al día del parto lo hubiera demorado meses (en realidad, no sé si por miedo, o porque no quería dejar de sentir esa panza tan mía).
Hoy nada se compara con tener a mi beba en brazos, llenarla de besos y saber que siente el amor de toda la familia
Asesoró: Dra. Mariana Czapski, Psicóloga y Especialista en Psicología Clínica
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