Por qué mienten los chicos

Todos los chicos mienten alguna vez. Pero es importante distinguir si se trata de inocentes “mentiritas” producto de la imaginación, de las que se dicen con una intención determinada.

La mayoría de los padres quiere educar a sus hijos en valores como la verdad, la justicia, el respeto, la responsabilidad y la solidaridad, entre otros, y suelen decepcionarse cuando descubren conductas que no coinciden con estas enseñanzas. Y como es de esperar, cuando los chicos mienten, el hecho no suele ser muy bienvenido.

Sin embargo, habría preguntarse si cuando hablamos de “mentiras”, los niños y los grandes entienden lo mismo. De hecho, puede resultar sorprendente descubrir que en el mundo infantil (que no siempre comparte las mismas reglas que el de los adultos) se trata, por lo menos al principio, de fantasías, exageraciones, y mucha imaginación.

Las primeras “mentiras”

Todos los chicos mienten alguna vez. Y esta afirmación no pretende restarle importancia al tema (siempre y cuando no se convierta en una conducta frecuente), sino indicar que se trata de un aspecto más del desarrollo infantil. 

En realidad, las primeras mentiras no son mentiras tal y como las conciben los adultos, sino consecuencia de la forma en que piensan los niños. Durante la primera infancia, la imaginación ocupa un lugar de privilegio; de ahí que los niños tengan dificultades a la hora de diferenciar entre lo posible y lo imposible. La fantasía se mezcla con la realidad, y por eso tienden a exagerar cualquier suceso que ocurra a su alrededor, y a atribuirse ellos mismos características de los personajes y películas que ven. Además, confunden lo que desearían que sucediera con lo que puede suceder, porque aún no saben distinguir entre la realidad y la fantasía. Así, pueden hablar con sus juguetes, o contar hazañas de sus superhéroes favoritos como si fueran propias. Esta posibilidad de crear historias alcanza su máximo esplendor entre los 3 y los 6 años. Es decir, no es que los chicos mienten, sino que se trata mentiras de una fantasía sumamente inocente, cuya única intención es dejar volar la imaginación. 

¿Es bueno que invente tantas historias?

El pensamiento infantil se caracteriza por ser egocéntrico y mágico. Egocéntrico quiere decir que está centrado en el niño y en su propio punto de vista. Y mágico, que los chicos son capaces de otorgar atributos a los objetos inanimados y de imaginar situaciones de la fantasía como si fueran reales.

Ahora bien, ¿es bueno que inventen tantas historias? En verdad, es una característica que refleja la riqueza interior de cada pequeño. Cuantas más cosas haya visto, oído o vivido, mayor será la posibilidad de crear con su imaginación, rasgo que pondrá de manifiesto a través de sus juegos.

No debe preocupar entonces que libere toda su fantasía, porque eso le permitirá, en numerosas ocasiones, comprender lo que ocurre en la realidad. Pero siempre se necesita la mirada y el oído atento de los adultos para que el chiquito pueda ir conquistando, poco a poco, la habilidad de usar su imaginación en forma intencional, y aprendiendo a distinguir lo real de lo ficticio.

A medida que van creciendo, los niños comienzan a tener más conciencia de la realidad, y el contenido de las mentiras va cambiando.

Mentiras verdaderas

A medida que van creciendo, los niños comienzan a tener más conciencia de la realidad, y el contenido de las mentiras va cambiando. Después de los 6 años, dejan de ser una expresión de la fantasía y la imaginación para convertirse en “verdaderas mentiras”, es decir, aquellas que se dicen con determinada intención. Empiezan a aparecer así las mentiras por temor a que los reten, o para obtener algún beneficio, o simplemente para llamar la atención. A esa edad, las propias experiencias ya les permiten anticipar algunas consecuencias de sus actos. Saben que determinadas conductas provocan el enojo de sus padres, y frente al temor de ser reprendidos pueden intentar “mentiras” tales como “yo no fui”, o “se rompió sola”, cuando accidentalmente rompen, por ejemplo, la maceta preferida de mamá. 

De la misma forma en que saben cuáles son las conductas por las que pueden retarlos, también conocen aquellas por las que pueden recibir una felicitación. Y a veces, puede ser una tentación lograr algún beneficio extra. Mentiritas tales como “la Seño me felicitó”, “ya terminé la tarea” o “ya guardé los juguetes” suelen ser intentos de lograr la aprobación de papá y mamá. Claro que duran poco, porque cuando un chico miente en este tipo de cuestiones, se descubren fácilmente. 

Cuando los chicos mienten, las que más preocupan son las que se dicen con el objetivo de llamar la atención. Aquí sí hay que estar atentos, porque no es un hecho para restarle importancia sino todo lo contrario: tenés que averiguar qué le pasa y qué necesita tu hijo.

Algunos consejos

  • Dale buenos ejemplos. Si tu hijo te escucha mentir, aunque sea en pequeñas cosas (por ejemplo, cuando le pedís que diga que te estás bañando si llama la abuela), estará recibiendo un mensaje confuso.
  • No le pidas que le oculte información a papá o a mamá, estén separados o vivan en la misma casa. 
  • Generá un clima de confianza en casa, para que tu hijo pueda contarte exactamente qué le pasa, se trate de algo bueno o de algo malo.
  • Cuando diga la verdad, mostrale cuánto te alegra poder confiar en él.
  • Transmitile con claridad lo que esperas de él. 
  • Demostrale, con amor pero con firmeza, que no aprobás la mentira.
  • Si cometió un error, alentalo a comprometerse con sus actos diciendo siempre la verdad. Transmitile el valor de ser sincero y proponele luego una forma de reparación de lo que hizo.

Asesoró: Dra. Mariana Czapski, Psicóloga y Especialista en Psicología Clínica
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