Qué es la angustia del octavo mes

Llora frente a las personas que no conoce. Quiere estar más tiempo en brazos, y si no lo alzás rompe en llanto. ¿Qué le pasa? Entre los 6 y los 9 meses, el bebé atraviesa la etapa que se conoce como “angustia del octavo mes”.

Hasta ahora, tu bebé se mostraba sonriente con todo el mundo, no hacía diferencias entre conocidos y extraños, y lo veías feliz y sociable. Pero de a poco, algo en su comportamiento comienza a cambiar: llora frente a las personas desconocidas o a las que no ve habitualmente; quiere estar más tiempo a “upa”, y si no lo alzás rompe en llanto. ¿Qué le pasa? Entre los 6 y los 9 meses, el bebé atraviesa la etapa que se conoce como “angustia del octavo mes”.

Un indicador del desarrollo

La angustia del octavo mes suele manifestarse mediante ciertas conductas que modifican el comportamiento habitual del niño. Es frecuente que se vuelva más sensible, que llore más seguido, que se resista a entrar en contacto con personas a las que no ve muy seguido, que quiera estar más tiempo a upa, y que se despierte más veces de noche.

Algunos bebés simplemente se muestran más tímidos, bajan la mirada, se tapan los ojos con las manitos, o le dan la espalda a los extraños. Estas actitudes -más o menos expresivas- son completamente normales y no deben preocupar: no son más que un indicador del desarrollo. Significa que ha comenzado a discriminar su persona del mundo externo, y eso tiene consecuencias enormes y muy favorables. En efecto, este progreso en su organización psíquica le permitirá establecer intercambios más complejos de los que mantenía hasta el momento. Sus intereses se ampliarán, y -gracias al incremento de las huellas en su memoria- tendrá más claro quiénes son las personas que están con él todos los días, y cuáles no. Entre ellas, mamá suele ser la preferida. No es un retroceso y tampoco un capricho, sino una evidencia de que tu hijo está creciendo.

¿Por qué llora?

Para el bebé, discriminar su persona del mundo externo significa -entre otras cosas- darse cuenta de que depende de otro para sobrevivir. Hasta ahora, el llanto estaba vinculado únicamente con que tenía hambre o sueño, que quería mimos o necesitaba un cambio de pañales, y seguía llorando hasta que su necesidad fuera satisfecha. Pero no sabía cómo recuperar esa sensación de bienestar; para él era una molestia y daba lo mismo quien la resolviera.

A medida que va creciendo, su desarrollo psíquico le permite descubrir que siempre hay alguien involucrado en ese bienestar. Se da cuenta de que depende de otra persona, y construye con ella un vínculo muy estrecho. Ahora distingue claramente a su mamá del resto de la gente, y no tolera que ella se aleje: ya puede percibir cuando no está, y eso lo hace sentir desamparado. No importa que sean por momentos muy breves, como el tiempo que toma ir y volver corriendo del baño o a buscar algo a la cocina, el bebé vive esas separaciones con mucha angustia. Podría decirse que se trata de la primera manifestación de angustia propiamente dicha.

Ese osito del alma

Ese osito o esa mantita a la que se abraza hasta quedarse dormido es un aliado imprescindible durante esta etapa. Olvidártelo, especialmente cuando dejás a tu bebé al cuidado de otra persona, sería una catástrofe, porque ese juguete preferido -que se conoce con el nombre de “objeto transicional”- lo ayuda a superar los primeros alejamientos de mamá. Aunque te cueste creerlo, estos elementos se convierten en una especie de sustitutos que consuelan a tu hijito durante tu ausencia; contribuyen a que pueda reproducir y recrear tu presencia física cuando no estás. Por lo tanto, es indispensable que los lleves siempre dentro el bolso, a lo largo de todo este período.

Aprender jugando

Hay juegos que son ideales para este período. Uno de ellos es el “cu-cú”: tapate la cara con las manos y luego abrilas, mostrando tu rostro sonriente, al tiempo que le decís: “¡acá estoy!” o “¡cú, cú!”. Este juego es una representación del desaparecer y aparecer, que le permitirá ir experimentando que cuando alguien se va también puede volver. Cubrir tu cabeza con una manta y alternar cubriendo la de tu bebé es una variante del mismo juego. Así, mientras tu chiquito se divierte, va elaborando su angustia.

Ni simbiosis ni abandono

Es cierto: lo escuchás llorar y se te parte el alma. Y entonces, ¿qué hacer? ¿Alzarlo? ¿Dejarlo llorar? Consejo: acompañalo con amor pero sin sobreprotegerlo, porque se trata de una etapa normal del crecimiento, que le permitirá alcanzar su autonomía. Abrazalo y alzalo siempre que sientas que tu bebé lo necesita, pero recordá que para un desarrollo saludable no sirven los extremos: ni la simbiosis ni el abandono.

Asesoró: Dra. Mariana Czapski, Psicóloga y Especialista en Psicología Clínica

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